Este no es un review pero lo quería compartir con ustedes y aprovechar para ponerle música
Estos dos números palindromos han marcado mi vida; pero con el tiempo, quizá por casualidad, se me ha hecho difícil comprender cuánto de la vida cambia y cuánto permanece igual, la eterna discusión entre Heráclito y Parménides que más allá de dar respuestas me genera preguntas.
Nací un 13 de noviembre en el año 1984, el año orweliano parecía destinarme a estar interesado en temas políticos y a pensar que siempre la libertad y los grandes tópicos de la esencia humana prevalecerían al final (la ética sustancialista, the afterlife). Admito que pasa el tiempo y uno tiene la capacidad de reconocerse, pero este reconocimiento se hace extraño en el momento en que uno se pregunta si al hacerlo también reconozco que siempre he sido el mismo o no.
La segunda fecha 31, representa el 31 de octubre de 2011, es el día en que me dispararon en el pcho y sobreviví. Para muchos es el día en que volví a nacer. No fue tanto un renacer de las cenizas como el Fénix, ni resucitar como Cristo y es aquí donde Heráclito y Parménides me hacen preguntas de las cuales no tengo la respuesta.
Durante mi vida siempre he pasado por picos emocionales, llegar al tope y tocar el fondo han sido sinónimos y no antónimos en mi vida, reconozco además que con muchísima frecuencia mis mood swings son totalmente injustificados. Me gustaría poderle decir a la gente las razones por las cuales me deprimo, que sufrí maltrato cuando era niño, que tuve padres drogadictos o alcohólicos, que he sido víctima de algo terrible. La verdad es que he tenido una vida bastante buena y una mente perspicaz capaz de complicarla y así presentársela al mundo.
Para mí es inevitable pensar que todos los poblemas en los que he estado, bien sea con familia y amigos o conmigo mismo son problemas que yo mismo me he buscado. La posibilidad de reconocer esto puede ser verdad si algo en el mundo permanece y no todo cambia, pero si uno siempre cambia esta retrospección podría ser falsa y me enfrentaría a la realidad que nunca nada permanece y uno no se baña dos veces en las mismas aguas.
En un libro leí que el gran miedo de un boxeador es no tener dinero para su funeral, así mismo, una canción de Antony and the Johnsons replica con melancolía "Hope there's someone to take care of me when I die" (espero que cuando muera haya alguien que me cuide), ambas ideas son similares y antagónicas. Si bien mi lucha nunca ha sido tener dinero para un funeral yo siento que toda mi vida he luchado por afectos de los que tengo alrededor y temer por la incertidumbre de no saber que estarán ahí cuando me muera. Quizá ni siquiera ese es mi temor; quizá lo que más temo en el mundo es que me muera y a nadie le importe.
A pesar de esto comprendo lo absurdo que es vivir la vida queriendo dejar una marca, pues no depende de mi gobernar las percepciones de los demás; mucho más cuando no he sido capaz de gobernar las mías en 28 años. Visto así, lo único que puedo aspirar es vivir con todas esas incertidumbres.
Quizá lo más curioso es haber vivido queriendo que mi vida empezara durante mucho tiempo y no sentir que mi vida comenzó hasta que casi muero. Suena bonito; pero la búsqueda por la mejor vida que se pueda vivir, en mi caso, está llena de calles ciegas y caminos intrincados. Mi mamá, siendo amante de la poesía de Antonio Machado, alguna vez me dedicó un estracto del caminante y lo adaptó para invitarme a que construyera mi propio camino. Invitación arriesgada viniendo de una madre con principios morales intachables y perteneciente a un regio ministerio de investigación bíblica; sabiendo además que mi camino quizá no sea el mejor camino aunque esperando en su corazón que lo sea.
La nobleza de una madre y su amor incondicional aveces hace pensar que es verdad que hay algo que siempre permanece y que además es bueno, aunque, enfrentando esto, igual que las medias en la lavadora, siempre hay algo que se pierde en el camino.
Hace un año me dispararon. Hace un año casi muero. Ocho meses pasaron en quizá una de las felicidades más grandes que he tenido. Mi relación con mi mamá comenzó a estar mejor que nunca (y todo el mundo sabe lo mucho que un niño necesita a su madre), pude mezclar partes de mi vida que amo como lo son mi mamá y mis amigos, celebré el 13 después del 31 con una red velvet y una torta de zanahoria cortesía de mis amigos y mi mamá aprovechó de escapar a mi pulmón herido y fumar cigarros con mis amigos en la planta baja del edificio.
Dicen que la felicidad depende de pequeños momentos que han de ser atesorados para los momentos malos, ocho meses después de mi tiro me vine a vivir a Bogotá, dejando atrás mamá, dejando atrás amigos, dejando atrás clima, ciudad, pueblo, sabores, olores, alergias. ¿Qué me queda? ¿Qué he ganado? Acá vivo con mi papá y su mujer, no tengo empleo, no tengo dinero, tengo una maestría de la cual no conozco mucho...todo cambia. Sigo pensando en Heráclito y Parménides, sigo haciéndome grandes preguntas, sigo buscando el camino que Antonio Machado le inspiró a mi mamá y que mi mamá me invitó a construir para mí mismo. Sigo aquí...todo permanece.
Es curioso, uno se acerca a la muerte y no hay grandes epifanías, no sucede nada que cambie tu vida; la vida sigue siendo la misma. Lo que sí cambia es la forma de verlo, perspectiva, ¿será que de eso se trata? De inmediato luego de que me dispararon comencé a ver la vida con mejores ojos, dos semanas después sufría dolores horribles y el mundo se me vino abajo porque alguna ropa se me dañó ya que no era yo el que lavaba, peleaba constantemenete con mi mamá para no perder la costumbre, hablaba con mis amigos que cada uno pasaba por un proceso diferente, unos se reían y celebraban que estaba vivo, otros sufrían porque me había tocado pasar por ese espanto. La vida es algo sumamente complicado y tuve la oportunidad de salir de ella dignamente, no tomando mi propia vida, sino dejando que otro la arrebatara de mis manos. Sigo preguntándome por qué luché por mantenerme vivo y regocijado en haber encontrado tanto amor y tanto apoyo. Más allá de estas reflexiones la verdad es que luché por mantenerme vivo en una vida de la cual nunca he tenido grandes certezas. ¿Será que busco respuestas? ¿Será que no podía morir sin encontrarlas? ¿O será simplemente que no es posible encontrar respuestas pero es inevitable vivir la vida haciéndose preguntas?
Como ven, en mi vida nunca nada es lo opuesto a lo otro y no todo es vida o muerte, o cambio y permanencia. Creo que la respuesta está en esos dos números (13 / 31) (31 / 13), uno no es el opuesto a otro, sino el reverso del otro. Yo y mis medias tintas. Yo y mi conciencia contrarevolucionaria que no piensa en causa y efecto o en cambios profundos, no pieenso en lados opuestos ni en buenos y malos; ahora vivo pensando más en el mundo al revés. Tal vez es verdad lo que decía Kierkegaard: que la vida se entiende mejor cuando es vivida al revés.
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